viernes, 19 de junio de 2020

VIERNES 19 DE JUNIO DE 2020

XIX / VI / MMXX

PLÁSTICA

Recorta y realiza la lámiuna siguiente recomponiendo "el retrato de un confaloniero" (1622) de Artemisa Gentileschi.




MATEMÁTICAS

Y un mandala para el fin de semana, parece difícil pero es fácil.


Y un mandala para el fin de semana, parece difícil pero es fácil.
 



FOMENTO DE LA LECTURA
El gato al que le gustaba la lluvia. (CONTINUACIÓN)



 
    Tenía el único gato del mundo que se llamaba Noche.
    Se acostó con cuidado con la cabeza junto al gato y empezó a acariciarlo. Enseguida el gato se puso a ronronear.
    —Noche —dijo Lukas—. Tengo un gato que se llama Noche. Te tengo a ti.
    Después se quedó dormido, y cuando su madre Beatrice, preguntándose por qué había tanto silencio en su habitación, abrió la puerta para mirar, sólo estaba despierto Noche. Lukas dormía.
    Desde aquel día, Lukas apenas pensaba en nada más que en su gato. Noche era un gato extraño. A 
pesar de que sólo maullaba o gemía cuando tenía hambre, a Lukas le parecía que entendía lo que le decía. Lukas había decidido que si enseñaba a hablar al gato, él aprendería el idioma de los gatos. Después se podrían ir juntos por el mundo.
    Nunca se hubiera imaginado que le hicieran un regalo tan bonito, el día en que cumplió los seis años.
Y así empezó Lukas su nueva vida junto a Noche.
    Lukas pronto se dio cuenta de que desde que Noche estaba en casa, nada era igual que antes. Cada mañana era Noche quien lo despertaba. Cuando le parecía que Lukas dormía demasiado solía subirse a la cama de un salto y se tumbaba sobre su cara. Muy profundamente, en sus sueños, Lukas oía un ronroneo y luego se iba despertando poco a poco y abría los ojos. El pelo del gato era suave, Noche olía a hojas y a lluvia.
    El problema era que Noche no comprendía cómo funcionaba el reloj. Podía despertar a Lukas a las cuatro de la mañana. Lukas le intentaba explicar a Noche que era demasiado temprano, que quería dormir más. Pero Noche seguía jugando, y cuando Lukas se subía el edredón por encima de la cabeza, Noche continuaba arañando las sábanas y mordiendo a Lukas en los dedos de los pies. Entonces Lukas no tenía más remedio que levantarse e ir hasta la cocina a servirle a Noche un poco de leche en el platito que había en el suelo al lado del horno. Después cerraba la puerta de la cocina y corría a meterse en la cama otra vez. Aunque Noche se quedara en la cocina maullando, nadie lo dejaba salir hasta que Beatrice y Axel se levantaban a preparar el desayuno.
    Naturalmente, El Torbellino había discutido sobre dónde debían poner la caja de arena de Noche. Primero Lukas había pensado que podía estar en la cocina, donde era más fácil limpiar la arena que Noche esparcía. Pero El Torbellino se había puesto pesado con que olía tan mal que allí no se podía comer. Lukas no había notado que oliera, y ni Beatrice ni Axel habían dicho nada hasta que El Torbellino empezó a hablar de ello. Después Axel decidió, irritado, que Lukas pusiera la caja de arena en su habitación. Y Lukas decidió que entrenaría a Noche para que bufase cada vez que El Torbellino dijera algo. Pero primero Noche tendría que crecer un poco más. Todavía no era más que un gatito que correteaba y daba saltitos, se subía por las cortinas y jugueteaba con los zapatos que había en el recibidor.
    Al principio, Noche no podía salir de casa. Axel había dicho que primero tenía que acostumbrarse al sitio donde vivía. Si no, corrían el riesgo de que pudiera desaparecer. A Lukas también le daba miedo que alguien pudiera robarle a su gato si salía de casa. Muchas veces, cuando llamaba a Noche y éste no respondía, Lukas temía que hubiera logrado salir y que hubiera desaparecido. Entonces, el corazón le empezaba a latir a galope, igual que cuando se despertaba después de una pesadilla. Llamaba a Noche, lo buscaba por toda la casa, pero Noche no aparecía.
    Sin embargo, Lukas aprendió enseguida cuáles eran los sitios en los que Noche solía esconderse cuando quería estar tranquilo y dormir. A menudo se tumbaba dentro de la cesta de la ropa sucia que había en el lavabo. A veces, se escondía en el armario de Axel. De vez en cuando daba saltos hasta llegar al armario más alto de la cocina y se tumbaba allí. Pero a veces Lukas no lo podía encontrar por ninguna parte. Cuando Beatrice veía que se estaba poniendo tan triste que le temblaba el labio inferior, lo ayudaba a buscar y al final siempre lo encontraban. Una vez, había conseguido ir hasta el garaje y se había acurrucado en una caja con estopa. Cada vez que Lukas encontraba a Noche se ponía tan contento que tenía que quedarse totalmente quieto mirando a su gato. Era algo completamente nuevo para Lukas, ponerse tan contento que lo único que podía hacer era quedarse inmóvil. Antes, la alegría era algo que le hacía gritar fuerte o saltar de un lado a otro. Pero cuanto Noche llegó a la vida de Lukas fue otra cosa totalmente diferente.
    El gran problema era El Torbellino. Lukas tuvo claro bastante rápido que El Torbellino estaba celoso porque le habían regalado un gato. A veces le tiraba de la cola. No tanto como para hacerle daño de verdad, pero lo suficiente como para que Noche gimoteara. Entonces Lukas se enfadaba mucho y golpeaba a El Torbellino, que no hacía más que reírse, naturalmente. Si su padre estaba en casa se enfadaba y Lukas acababa llevándose a Noche a su cuarto y cerrando la puerta. Se había dado cuenta de que El Torbellino aprovechaba para hacerle rabiar cuando su padre estaba en casa y, más aún, los días que estaba cansado o de mal humor. Lukas sospechaba que El Torbellino quería que su padre se cansara de tanta pelea y decidiera que Noche no podía quedarse en casa.
    Aquella idea era espantosa. Lo único que se le ocurría hacer a Lukas era guardar un paquete secreto con comida dentro de la nevera. Si Noche no se podía quedar en casa, él tampoco lo haría. Se irían juntos.
    Una vez, su padre estaba de muy mal humor y se quejaba de que cada día había más problemas con el gato y Lukas le preguntó a su madre si su padre se había arrepentido de regalarle a Noche. Su madre lo tranquilizó diciendo que por supuesto que nunca le quitarían a su gato. Lukas pensó que era verdad. Pero no estaba seguro del todo. Cada día preparaba su paquete secreto con comida y lo ponía detrás de la leche, al fondo del todo.
    Lo mejor habría sido si El Torbellino hubiese tenido su propio gato. O quizá aún mejor si fuera otro animal. Un perro no era la mejor opción, pero un acuario con peces o unos canarios… Lukas había estado pensando en lo inteligente que sería si él mismo le regalaba a El Torbellino una mascota para su cumpleaños. Un día, mientras estaba comprando con Beatrice, la hizo entrar en una tienda de animales. Pero enseguida se desanimó, en cuanto vio lo caro que era un acuario...

CONTINUARÁ EL LUNES


ÁRABE








jueves, 18 de junio de 2020

JUEVES 18 DE JUNIO DE 2020

XVIII / VI / MMXX




LENGUA

Realizaremos los ejercicios 1, 2 y 3 de repaso.


ÁRABE

SOCIALES

Figuras destacadas en España del siglo XIX.


MATEMÁTICAS 
Para el dibujo de hoy solo necesitas compás y regla.




FOMENTO DE LA LECTURA

El gato al que le gustaba la lluvia. (CONTINUACIÓN)

 
    Lukas miraba fijamente la caja. No eran unos zapatos viejos. Era algo que se movía. Y, de repente, algo empezó a asomar, algo completamente negro. ¿Qué era aquello? Al principio Lukas no pudo distinguirlo, pero después se dio cuenta de que era una patita. Una patita negra. Y después apareció la cabeza y entonces comprendió que para su cumpleaños le habían regalado un gato. Un gato completamente negro que estaba saliendo de la caja. Salió de debajo de la tapa, era completamente negro, y cuando vio a Lukas gimió.
    Después se hizo pipí encima de un pie de su padre, Axel.
    —Tienes que enseñarle a que no se haga nada en casa —dijo Axel riéndose—. Le pondremos una caja con arena para que haga pipí allí. Felicidades, Lukas. Ya te has hecho mayor.
    —Felicidades —dijo Beatrice. Así era siempre en casa de Lukas. Primero decía algo Axel, después Beatrice repetía lo que él había dicho.
    —No puede entrar en mi habitación —dijo El Torbellino serio—. No quiero que me lo rompa todo.
    —Mi gato no rompe nada —respondió Lukas indignado—. Además, él no quiere estar en tu habitación.
    El Torbellino iba a contestar cuando Axel levantó una mano.
    —Nada de peleas —dijo—. Hoy celebramos un cumpleaños y ahora vamos a comer el pastel.
    Y así lo hicieron, aunque Lukas apenas notó cómo sabía la tarta porque no hacía más que mirar al gatito, que estaba inspeccionando la habitación. Se metió debajo de la cama y de repente apareció detrás de la cómoda. De vez en cuando gemía y Beatrice dijo que seguramente aún estaba buscando a su madre.
    —Ahora eres la madre de un gato —dijo El Torbellino satisfecho.
    Lukas no dijo nada pero pensó que le iba a enseñar al gato a bufarle a El Torbellino cuando dijera tonterías.
    Aunque, en realidad, en estos momentos no le preocupaba lo que El Torbellino dijera. Lo que había ocurrido era tan extraño que apenas lo podía entender. ¿Era de verdad? Claro que era verdad. Le habían regalado un gatito. A él, que había creído que nunca tendría su propia mascota. Cuando lo preguntó, su padre le dijo que los animales daban mucho trabajo, que uno tenía que ser adulto para cuidar de un gato o de un perro. Así que Lukas había perdido las esperanzas. Las cosas solían ser como decía su padre cuando ponía aquella voz decidida; y, sin embargo, le habían regalado un animal, un gato que era completamente negro.
    —¿Cómo se llama? —preguntó Lukas.
    —Tendrás que ponerle tú un nombre —respondió Axel.
    —Espero que no sea hembra —dijo El Torbellino—. Para que no tenga un montón de cachorros.
    —Es un macho —dijo Axel—. ¿No te tienes que ir a la escuela pronto?
    El Torbellino se fue a su cuarto sin contestar. Lukas se sintió aliviado en cuanto salió de su habitación. A veces, El Torbellino podía ser un pesado.
    —Bueno —dijo Axel—. ¿Qué te parece?
    —Gracias —respondió Lukas—. Muchísimas gracias.
    —Ahora no te olvides de que tienes un gato —dijo Beatrice—. Tiene que comer cada día, tienes que jugar con él y cambiar la arena de la caja. Ya eres mayor, Lukas. Seis años.
    —Voy a cuidarlo —dijo Lukas.
    —Me tengo que ir —dijo Axel—. Por cierto ¿qué pensaste cuando entramos con una caja vieja?
    —Que me ibais a regalar un par de zapatos viejos —contestó Lukas, y Axel le guiñó un ojo.
    —He visto cómo te temblaba el labio de abajo —dijo—. Pero ¿cómo te íbamos a regalar un par de zapatos viejos?
    —Naturalmente que no.
    Después salieron de la habitación y Lukas se quedó solo con su gato por primera vez.
    Cuando lo cogió en brazos gimió. Después se puso a jugar con los botones de la chaqueta de su pijama.
    En ese mismo momento, Lukas supo que quería a aquel gato. A menudo pensaba lo que significaba querer algo. Ahora lo sabía. Quería a aquel gato negro como la noche. El día de su cumpleaños le habían regalado una cosa que ni siquiera se había atrevido a soñar.
    Se vio interrumpido por El Torbellino, que abrió la puerta de golpe.
    —No quiero que esté en mi habitación —dijo—. ¡Recuérdalo!
    —Tienes que llamar antes de entrar —dijo Lukas—. Lo has asustado.
    —Hubiera sido mejor un perro —dijo El Torbellino. Y cerró dando un portazo.
    A Lukas se le ocurrió que seguramente tenía envidia. Eso no mejoraba las cosas. Ahora le tocaba a El Torbellino sentir lo que era eso. A menudo era Lukas el que tenía envidia, ya que El Torbellino siempre podía hacer más cosas que él. Ahora se daría cuenta él mismo.
    Lukas notaba que aquel día algo había cambiado. Tener un gato propio del que era responsable, era algo bonito e importante. Ahora tenía que buscarle un nombre al gato. En realidad, ¿qué nombre podía tener un gato que era completamente negro? Pensó que podía llamarse como él, Lukas. Podía ser práctico cuando su padre o su madre le llamaran. Entonces irían los dos. Pero ¿qué pasaba si llamaba El Torbellino? Seguro que habría problemas, porque había dicho que no quería que el gato fuera a su habitación. No, tenía que encontrar otro nombre. Miró al gato, que se había acostado en el centro de su almohada y se había quedado dormido. Era completamente negro y resaltaba contra la blanca almohada. Y entonces descubrió el nombre que le pondría. Lukas no sabía que nada fuera tan negro como la noche.
    Naturalmente, su gato se llamaría Noche.

martes, 16 de junio de 2020

MIÉRCOLES 17 DE JUNIO DE 2020

Imágenes y frases bonitas de Feliz miércoles – Todo imágenes 

 Francés

Lengua

Visto que ayer no oudimos dedicar tiempo a esta materia, hoy realizaremos la actividad de ayer.

 

Matemáticas
Hoy trabajamos solo con el compás. Un ejercicio divertido.
Mándame la foto.

Ejercicios 3 y 4 página 219

Árabe




Naturales

Las fuentes de energía.



FOMENTO DE LA LECTURA

El gato al que le gustaba la lluvia. (CONTINUACIÓN)



  Al principio Lukas se sintió desilusionado.
    Cuando se despertó, sus padres, que estallan en la habitación cantando para él, sólo llevaban una caja de cartón normal y corriente. Ni siquiera estaba envuelta en papel ni atada con cinta. A Lukas le pareció que era como una de aquellas cajas que había en el garaje con zapatos viejos. Tampoco le importaba que su madre llevara en una bandeja un pastel con seis velas encendidas. Lukas miraba fijamente la caja de cartón. ¿Por qué le regalaban una caja con zapatos viejos para su cumpleaños? Sintió que el labio inferior empezaba a temblarle y se le calentaba la parte de atrás de los ojos. Pero no quería llorar, no quería demostrar que estaba desilusionado. Su padre se podía enfadar. No le gustaba que se pusiera a llorar sin necesidad; eso solía decir. Lukas se preguntó por qué no estaba El Torbellino. ¿Seguía durmiendo aunque fuera el cumpleaños de su hermano pequeño? ¿Aquel día importante cuando era exactamente el doble de mayor qué Lukas? Pero justo cuando Lukas estaba pensando en El Torbellino, éste entró en la habitación. Sólo llevaba una zapatilla puesta y parecía completamente despierto.
    —Vamos a cantar otra vez —dijo Axel con su fuerte voz, y se puso a cantar el cumpleaños feliz haciendo temblar los cristales de la ventana. Apenas se oía a Beatrice, pero Lukas veía que movía los labios. Y sonreía. Lukas pensó que no podía haber sólo zapatos en la caja. Sus padres no eran tan malvados. Pero se volvió a intranquilizar cuando miró a El Torbellino. No cantaba. Estaba allí mirándolo y sonriendo. No había nadie que sonriera como El Torbellino. Sonreía de tal manera que uno se enfadaba, se disgustaba y tenía miedo a la vez. Naturalmente, él sabía lo que había en la caja, pensó Lukas. Sabe que son un par de zapatos viejos.
    Lukas empezó a pensar en irse de casa. Si le regalaban un par de zapatos viejos para su cumpleaños significaba que su madre, su padre y El Torbellino ya no lo querían. Y, en ese caso, se podía ir. Se iría a alguna parte donde cuando fuera su cumpleaños le regalaran paquetes de verdad, con papel y cinta.
    De pronto Lukas oyó algo.
    Era otro sonido que atravesaba la fuerte voz de su padre Axel.

    ¿Qué era aquello? Otra vez. Sonaba como algo que gemía. Y, de pronto, justo cuando acabó el cumpleaños feliz, la caja de cartón se empezó a mover. Empezó a dar saltos, la tapa temblaba, como si la caja fuera una olla cuando...
CONTINUARÁ MAÑANA JUEVES



lunes, 15 de junio de 2020

MARTES 16 DE JUNIO DE 2020

FELIZ MARTES | Feliz martes, Gifs feliz martes, Feliz día martes 



LENGUA

 LITERATURA. DEL TEATRO A LA NARRACIÓN.


MATEMÁTICAS 
No es difícil, solo hay que fijarse, sobre todo, en la colocación de las manos. Ánimo.
 
 Lee en la página 218 del libro qué es una experiencia aleatoria y haz los ejercicios 1 y 2. 


CIENCIAS SOCIALES

Continuaremos con el resumen de esta parte.


 ÁRABE




FOMENTO A LA LECTURA
El gato al que le gustaba la lluvia. (CONTINUACIÓN)




Lukas se sentó en la cama. Miró de nuevo el reloj. —Id más deprisa —les dijo a las manecillas—. Corred. Pero aun así no se movían más rápido. Tenía que hacer algo para que el reloj marcara las siete. Quizá podría ir de puntillas hasta la habitación de sus padres y adelantar las manecillas de su despertador. No, lo notarían. A su padre no le gustaba levantarse antes de lo necesario. Lukas se tumbó de nuevo en la cama e intentó pensar en El Torbellino. Era otra injusticia que su hermano tuviera un mote y que a él todo el mundo tan sólo le llamara Lukas. No sabía a quién se le había ocurrido la idea de llamarle a su hermano El Torbellino. Siempre había sido así. El Torbellino era realmente un torbellino. Nunca estaba quieto y cuando se sentaba a la mesa a comer no dejaba de moverse. Aunque Lukas pensaba que a lo mejor le llamaban El Torbellino porque era muy bueno con el monopatín. En el barrio donde vivían, en toda la calle Rónnbár, no había nadie que fuera tan bueno como El Torbellino con el monopatín. Alguna vez había intentado enseñarle cómo se hacía —a veces El Torbellino era el mejor hermano mayor del mundo—. Pero a Lukas aquello le parecía muy difícil y El Torbellino, que no tenía paciencia ninguna, enseguida se enfadaba con él. Lukas pensaba que nunca sería tan bueno como El Torbellino con el monopatín. Tenía que encontrar alguna otra cosa en la que pudiera ser igual de bueno. Pero ¿qué podía ser? No lo sabía, y le resultaba difícil seguir pensando en eso porque en lo que más pensaba era en lo que le regalarían. Miró otra vez el reloj. Todavía faltaba una hora entera antes de que se despertaran sus padres. ¿Qué le habrían comprado? Había pedido esquís nuevos y un juego de ordenador, pero no esperaba que se lo regalaran. Mientras no le compraran ropa. Ése sí que era un regalo malo. Con la ropa no se podía jugar. Otro regalo malo era lo que los padres consideraban útil. Podía ser una lámpara para la mesilla de noche o una silla. O aún peor, una alfombra. ¡Imagina si me regalan una alfombra! Entonces sí que le iba a resultar difícil poner buena cara. Cada mañana cuando se despertara, tendría que ver una útil alfombra en el suelo que no servía para nada. Las alfombras que compraban los padres no podían volar. Simplemente se quedaban en el suelo y si uno tenía mala suerte, se deslizaba con ellas y se daba un golpe en la cabeza. Do pronto Lukas tuvo la certeza de que le regalarían una alfombra. Estaba tan seguro que se enfadó sólo de pensarlo. Y tampoco la podría cambiar. ¿Cuál de sus amigos querría una alfombra? Y, claro, El Torbellino se echaría a reír. —Es injusto —dijo Lukas en voz alta—. No quiero una alfombra nueva. Después se puso a pensar otra vez en El Torbellino. Había muchas cosas injustas. El cumpleaños de El Torbellino era en pleno verano y podían estar en el jardín. ¿Por qué el cumpleaños de Lukas tenía que ser en marzo, cuando todo estaba embarrado o hacía frío? No iban a sentarse en el jardín si nevaba o llovía. Uno debería poder elegir, pensó Lukas. El día del cumpleaños, el nombre y lo que uno va a saber hacer bien. Se lo pediría para el año que viene. ¡Un cumpleaños nuevo! Miró otra vez el reloj. Las manecillas sólo se habían movido un poquito. El tiempo pasaba tan tremendamente despacio. Después se quedó dormido, sin darse cuenta. Oyó cómo sonaba el despertador en el dormitorio de sus padres. Se despertó cuando se encendió la luz de su habitación y allí estaban todos cantándole el cumpleaños feliz. Y le hicieron un regalo.


CONTINUARÁ  MAÑANA MIÉRCOLES
 

LUNES 15 DE JUNIO DE 2020

ratit
XV / VI / MMXX


MÚSICA 

MÚSICA 

Reto ostinatos rítmicos. Dance Monckey con Vasos y Manos.

Paso a Paso

Interpretación entera



ÁRABE
استمع لأغنية "كن أنت"و املأ الفراغات باتكلمات الناقصة



NATURALES



FOMENTO DE LA LECTURA
El gato al que le gustaba la lluvia.



Lukas se despertó de pronto. Abrió los ojos en la habitación, que estaba casi a oscuras. Como todavía tenía miedo a la oscuridad, su madre dejaba cada noche una luz encendida. Lukas miró el antiguo despertador que tenía en el suelo, al lado de la cama. No podía asegurar que ya sabía leer la hora. Pero creía que eran las cinco. Y eso era demasiado pronto. Nada iba a pasar antes de las siete. Enojado, se tapó la cabeza con el edredón, intentando dormirse de nuevo. Pero era imposible. Estaba completamente despierto. Y le resultaba difícil quedarse tumbado y quieto. Era imposible tener que esperar dos horas para que ocurriera algo el día de su cumpleaños, cuando iba a cumplir seis años. Se preguntó qué le regalarían. El año pasado, cuando cumplió cinco, pensó que le regalarían una caja de herramientas que había visto en un escaparate. Era lo que deseaba. El día antes de su cumpleaños su padre llegó a casa con un paquete que hacía ruido. Lukas estaba seguro de que le regalarían la caja de herramientas. Pero no dijo nada. Una sorpresa tenía que ser una sorpresa, aunque uno supiera lo que había dentro del paquete. Pero este año no lo sabía. El problema es que había pedido muchas cosas. No pudo El gato al que le gustaba la lluvia Henning Mankell 2 decidir qué era lo que quería de verdad. Seguro que era por eso por lo que se había despertado tan temprano. Estaba nervioso por si le regalaban algo que él no quisiera. Lukas se puso a repiquetear con los dedos sobre el papel blanco y azul de la pared con un dibujo de barcos de vela. Tenía la cabeza llena de ideas que saltaban de un lado a otro. Pensó que era una cosa extraña cumplir seis años. Como mínimo significaba que su hermano mayor, que se llamaba Markus pero a quien siempre le llamaban El Torbellino, ahora sería el doble de mayor que él. Tenía doce años. Lukas se echó a reír en la cama. Si El Torbellino era el doble de mayor, también tendría que ser el doble de alto que Lukas. Pero entonces tendría que medir más de dos metros. Y debería tener los ojos el doble de grandes. Grandes como platos. O ¿debería tener el doble de ojos? ¿Cuatro en lugar de dos? No, aunque divertido, aquél era un pensamiento tonto. A El Torbellino seguro que no le gustaría saber que Lukas había pensado que tenía cuatro ojos. El Torbellino se enfadaba fácilmente, sobre todo con Lukas. Siempre tenía que ir con cuidado con lo que decía y con lo que hacía. Las ideas seguían saltando en la cabeza de Lukas. Ahora pensaba en su padre, que se llamaba Axel y conducía camiones. A menudo, cuando volvía a casa olía a cuadra. Entonces Lukas sabía que había estado transportando cerdos, o terneros, al matadero. Otras veces cuando volvía a casa olía de otra manera, completamente diferente. Cuando su padre volvía a casa por la tarde, Lukas solía intentar adivinar lo que había transportado. Lo hacía yendo al garaje a oler el mono de trabajo que estaba allí colgado. Después iba a la sala donde estaba el televisor a esperar a que estuviera lista la cena. Le preguntaba si tenía razón en lo que había adivinado. A veces acertaba y a veces se equivocaba por completo. Ayer se equivocó. A Lukas le pareció que olía a aceite y a gasolina. Pensó que su padre había llevado cosas a las estaciones de servicio. Pero estaba equivocado. Su padre olía a aceite porque el camión se había estropeado y se había tenido que apoyar sobre el motor con las herramientas para arreglarlo. El padre de Lukas se llamaba Axel. Axel Johanson era su nombre y por eso Lukas se llamaba también Johanson. —Axel Johanson y Lukas Johanson —dijo Lukas en voz alta tumbado en la cama tocando el tambor con los dedos sobre el papel de la pared. Pero iba con cuidado en no hablar demasiado alto. En ese caso, su madre se despertaría, y Lukas no quería que ella advirtiera que estaba en la cama sin poder dormir. De inmediato sus pensamientos se dirigieron hacia ella. Se llamaba Beatrice Aurora y era mucho más joven que Axel. Sobre todo, era diferente. Mientras Axel era grande y fuerte y tenía una voz fuerte, Beatrice era pequeña, delgada y hablaba muy bajito. Casi siempre parecía que susurraba. Axel se iba con el camión muy temprano por la mañana y volvía a casa a las cinco de la tarde. Mientras tanto, Beatrice se pasaba en casa todo el día si es que no iba a la tienda a comprar. El gato al que le gustaba la lluvia Henning Mankell 3 Cocinaba y limpiaba y a veces repintaba alguna vieja silla comprada en verano en alguna subasta. Lukas no entendía por qué le gustaba tanto repintar sillas viejas. Tampoco lo entendía Axel, pero no decía nada. Lukas pensó en que tenía un padre y una madre. Lo mejor era que fueran dos. Muchos de sus amigos sólo tenían uno. Si se tenían dos y se quería algo, siempre se podía preguntar dos veces. Si uno decía que no, se le podía preguntar al otro. Podía ocurrir que uno de los dos dijera que sí. Lo mismo ocurría si uno decía que no podías salir a jugar a la calle porque ya era de noche. Si su madre decía que no, se lo podía preguntar a su padre. Lukas había aprendido que siempre era mejor hacer las preguntas difíciles a su madre cuando estaba pintando alguna silla vieja. Entonces solía estar de buen humor y Lukas sabía que ni siquiera oía lo que le preguntaba. Lo peor era preguntarle cuando su padre no estaba. Entonces siempre decía que no. Con su padre era más difícil saber cuándo estar callado o cuándo preguntar. Además, a veces podía prohibirle hacer alguna cosa cuando antes se lo había permitido. Lo de los padres podía ser difícil, pensó Lukas. Pero aún más difícil era tener un hermano mayor. Lukas se enojaba sólo de pensar que El Torbellino siempre sería mayor que él. Por mucho que creciera, por muchos años que pasaran, El Torbellino siempre sería mayor que él. Era una injusticia que no tenía solución. Lukas se sentó en la cama. 

CONTINUARÁ MAÑANA MARTES.


LENGUA 

MATEMÁTICAS
El juego de hoy va de acertijos, debes parar el vídeo cada vez que oigas uno y pensar un ratito. Los hay fáciles y difíciles.


Ejercicios 11 y 12 de la página 208.