viernes, 19 de junio de 2020

VIERNES 19 DE JUNIO DE 2020

XIX / VI / MMXX

PLÁSTICA

Recorta y realiza la lámiuna siguiente recomponiendo "el retrato de un confaloniero" (1622) de Artemisa Gentileschi.




MATEMÁTICAS

Y un mandala para el fin de semana, parece difícil pero es fácil.


Y un mandala para el fin de semana, parece difícil pero es fácil.
 



FOMENTO DE LA LECTURA
El gato al que le gustaba la lluvia. (CONTINUACIÓN)



 
    Tenía el único gato del mundo que se llamaba Noche.
    Se acostó con cuidado con la cabeza junto al gato y empezó a acariciarlo. Enseguida el gato se puso a ronronear.
    —Noche —dijo Lukas—. Tengo un gato que se llama Noche. Te tengo a ti.
    Después se quedó dormido, y cuando su madre Beatrice, preguntándose por qué había tanto silencio en su habitación, abrió la puerta para mirar, sólo estaba despierto Noche. Lukas dormía.
    Desde aquel día, Lukas apenas pensaba en nada más que en su gato. Noche era un gato extraño. A 
pesar de que sólo maullaba o gemía cuando tenía hambre, a Lukas le parecía que entendía lo que le decía. Lukas había decidido que si enseñaba a hablar al gato, él aprendería el idioma de los gatos. Después se podrían ir juntos por el mundo.
    Nunca se hubiera imaginado que le hicieran un regalo tan bonito, el día en que cumplió los seis años.
Y así empezó Lukas su nueva vida junto a Noche.
    Lukas pronto se dio cuenta de que desde que Noche estaba en casa, nada era igual que antes. Cada mañana era Noche quien lo despertaba. Cuando le parecía que Lukas dormía demasiado solía subirse a la cama de un salto y se tumbaba sobre su cara. Muy profundamente, en sus sueños, Lukas oía un ronroneo y luego se iba despertando poco a poco y abría los ojos. El pelo del gato era suave, Noche olía a hojas y a lluvia.
    El problema era que Noche no comprendía cómo funcionaba el reloj. Podía despertar a Lukas a las cuatro de la mañana. Lukas le intentaba explicar a Noche que era demasiado temprano, que quería dormir más. Pero Noche seguía jugando, y cuando Lukas se subía el edredón por encima de la cabeza, Noche continuaba arañando las sábanas y mordiendo a Lukas en los dedos de los pies. Entonces Lukas no tenía más remedio que levantarse e ir hasta la cocina a servirle a Noche un poco de leche en el platito que había en el suelo al lado del horno. Después cerraba la puerta de la cocina y corría a meterse en la cama otra vez. Aunque Noche se quedara en la cocina maullando, nadie lo dejaba salir hasta que Beatrice y Axel se levantaban a preparar el desayuno.
    Naturalmente, El Torbellino había discutido sobre dónde debían poner la caja de arena de Noche. Primero Lukas había pensado que podía estar en la cocina, donde era más fácil limpiar la arena que Noche esparcía. Pero El Torbellino se había puesto pesado con que olía tan mal que allí no se podía comer. Lukas no había notado que oliera, y ni Beatrice ni Axel habían dicho nada hasta que El Torbellino empezó a hablar de ello. Después Axel decidió, irritado, que Lukas pusiera la caja de arena en su habitación. Y Lukas decidió que entrenaría a Noche para que bufase cada vez que El Torbellino dijera algo. Pero primero Noche tendría que crecer un poco más. Todavía no era más que un gatito que correteaba y daba saltitos, se subía por las cortinas y jugueteaba con los zapatos que había en el recibidor.
    Al principio, Noche no podía salir de casa. Axel había dicho que primero tenía que acostumbrarse al sitio donde vivía. Si no, corrían el riesgo de que pudiera desaparecer. A Lukas también le daba miedo que alguien pudiera robarle a su gato si salía de casa. Muchas veces, cuando llamaba a Noche y éste no respondía, Lukas temía que hubiera logrado salir y que hubiera desaparecido. Entonces, el corazón le empezaba a latir a galope, igual que cuando se despertaba después de una pesadilla. Llamaba a Noche, lo buscaba por toda la casa, pero Noche no aparecía.
    Sin embargo, Lukas aprendió enseguida cuáles eran los sitios en los que Noche solía esconderse cuando quería estar tranquilo y dormir. A menudo se tumbaba dentro de la cesta de la ropa sucia que había en el lavabo. A veces, se escondía en el armario de Axel. De vez en cuando daba saltos hasta llegar al armario más alto de la cocina y se tumbaba allí. Pero a veces Lukas no lo podía encontrar por ninguna parte. Cuando Beatrice veía que se estaba poniendo tan triste que le temblaba el labio inferior, lo ayudaba a buscar y al final siempre lo encontraban. Una vez, había conseguido ir hasta el garaje y se había acurrucado en una caja con estopa. Cada vez que Lukas encontraba a Noche se ponía tan contento que tenía que quedarse totalmente quieto mirando a su gato. Era algo completamente nuevo para Lukas, ponerse tan contento que lo único que podía hacer era quedarse inmóvil. Antes, la alegría era algo que le hacía gritar fuerte o saltar de un lado a otro. Pero cuanto Noche llegó a la vida de Lukas fue otra cosa totalmente diferente.
    El gran problema era El Torbellino. Lukas tuvo claro bastante rápido que El Torbellino estaba celoso porque le habían regalado un gato. A veces le tiraba de la cola. No tanto como para hacerle daño de verdad, pero lo suficiente como para que Noche gimoteara. Entonces Lukas se enfadaba mucho y golpeaba a El Torbellino, que no hacía más que reírse, naturalmente. Si su padre estaba en casa se enfadaba y Lukas acababa llevándose a Noche a su cuarto y cerrando la puerta. Se había dado cuenta de que El Torbellino aprovechaba para hacerle rabiar cuando su padre estaba en casa y, más aún, los días que estaba cansado o de mal humor. Lukas sospechaba que El Torbellino quería que su padre se cansara de tanta pelea y decidiera que Noche no podía quedarse en casa.
    Aquella idea era espantosa. Lo único que se le ocurría hacer a Lukas era guardar un paquete secreto con comida dentro de la nevera. Si Noche no se podía quedar en casa, él tampoco lo haría. Se irían juntos.
    Una vez, su padre estaba de muy mal humor y se quejaba de que cada día había más problemas con el gato y Lukas le preguntó a su madre si su padre se había arrepentido de regalarle a Noche. Su madre lo tranquilizó diciendo que por supuesto que nunca le quitarían a su gato. Lukas pensó que era verdad. Pero no estaba seguro del todo. Cada día preparaba su paquete secreto con comida y lo ponía detrás de la leche, al fondo del todo.
    Lo mejor habría sido si El Torbellino hubiese tenido su propio gato. O quizá aún mejor si fuera otro animal. Un perro no era la mejor opción, pero un acuario con peces o unos canarios… Lukas había estado pensando en lo inteligente que sería si él mismo le regalaba a El Torbellino una mascota para su cumpleaños. Un día, mientras estaba comprando con Beatrice, la hizo entrar en una tienda de animales. Pero enseguida se desanimó, en cuanto vio lo caro que era un acuario...

CONTINUARÁ EL LUNES


ÁRABE








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