XXIII / VI / MMXX
MATMÁTICAS
Seguimos con los objetos 3D
FOMENTO DE LA LECTURA
El gato al que le gustaba la lluvia(continuación)
Y al final, el verano llegó. Lukas y El Torbellino ayudaron a su padre Axel a limpiar la caravana que tenían al lado del garaje. La fregaron primero y luego la enjuagaron con la manguera hasta que todos quedaron empapados. Un día, a principios de junio, llevaron la caravana al camping donde solían veranear cada año, que estaba junto al mar. Antes de que Axel tuviera vacaciones, iban allí de viernes a domingo. Pero cuando tenía vacaciones, se pasaban en la caravana un mes entero.
Lukas estaba inquieto por lo que pudiera pasar la primera vez que Noche subiera a un coche. ¿Se pondría nervioso? ¿Intentaría escaparse? Pero para su tranquilidad, Axel ya había pensado en ello y un día llegó a casa con un collar para Noche.
—Ahora tienes que enseñar al gato a ir con correa —dijo.
Con un rotulador negro Lukas escribió el nombre de Noche en el collar. También dibujó una calavera, por si acaso, para que nadie se atreviera a robar a Noche.
A Noche no le gustaba llevar collar. Tampoco fue fácil enseñarle a ir con correa. Noche no hacía más que morderla y hacerse un lío con ella. El Torbellino lo miraba con una sonrisa burlona. Pero Lukas no se rindió. Sabía que tenía que enseñar a Noche, si no quería que hubiese problemas.
Fue un verano largo y caluroso en la caravana. Lukas llevó a Noche a la cabaña que había construido el año anterior. Durante el invierno se había derrumbado y se había partido en dos. Lukas hizo un techo de ramas de abeto. Después tapó las entradas, por lo que, desde fuera, era difícil ver que allí había una cabaña. Lukas se metía en la cabaña por una grieta y soltaba a Noche. Podían pasarse allí horas enteras. Lukas cerraba los ojos y se imaginaba que estaban en lo más profundo del mundo mágico. Hasta que Beatrice lo llamaba porque la comida estaba lista y él le volvía a poner la correa a Noche para salir de la cabaña.
—Tienes que llamar a Noche también —le decía a su madre—. Él también tiene hambre.
—Se me ha olvidado —respondía Beatrice—. La próxima vez me acordaré.
El Torbellino tenía sus propios amigos, así que en verano no tenía tiempo para chinchar a Lukas y a Noche. Normalmente dormía en una tienda de campaña con ellos y Lukas podía estar a solas con Noche en su camita, dentro de la caravana. A Axel y a Beatrice no les importaba que Noche diera saltos por su cama por las noches. Lukas se fue tranquilizando a medida que transcurría el verano. ¡Nadie le quitaría a su gato!
Lukas también tenía sus amigos. Vivían en otras caravanas que estaban puestas en fila a lo largo de la orilla del mar. Cuando estaba con sus amigos dejaba a Noche dentro de la caravana y Beatrice le prometía que no lo dejaría salir.
Lo único malo del verano era que pasaba muy deprisa. Lukas intentaba no pensar en que pronto sería septiembre. Como le tocaba empezar la escuela ese año, se sentía lleno de emoción e intranquilo a la vez por cómo sería. Lo mejor era no pensar en ello. Pero los días iban pasando y, de vez en cuando, Axel comentaba que ya empezaba a oscurecer más pronto.
A veces, Lukas se preguntaba por qué no había escuelas para gatos. ¿Por qué no deberían aprender cosas los gatos también? Intentó imaginarse una fila de gatos sentados en sus pupitres y levantando una patita para decirle cómo se llamaban a un profesor gato que los miraba desde su mesa.
Una noche, antes de dormirse, decidió que le montaría una escuela propia a Noche. Intentaría enseñarle las mismas cosas que él mismo aprendía cada día.
Después se quedó dormido y al cabo de unos días volvieron a la calle Rönnbär otra vez. Dejaron la caravana junto al mar, ya que irían allí los fines de semana.
Lukas estaba inquieto por lo que pudiera pasar la primera vez que Noche subiera a un coche. ¿Se pondría nervioso? ¿Intentaría escaparse? Pero para su tranquilidad, Axel ya había pensado en ello y un día llegó a casa con un collar para Noche.
—Ahora tienes que enseñar al gato a ir con correa —dijo.
Con un rotulador negro Lukas escribió el nombre de Noche en el collar. También dibujó una calavera, por si acaso, para que nadie se atreviera a robar a Noche.
A Noche no le gustaba llevar collar. Tampoco fue fácil enseñarle a ir con correa. Noche no hacía más que morderla y hacerse un lío con ella. El Torbellino lo miraba con una sonrisa burlona. Pero Lukas no se rindió. Sabía que tenía que enseñar a Noche, si no quería que hubiese problemas.
Fue un verano largo y caluroso en la caravana. Lukas llevó a Noche a la cabaña que había construido el año anterior. Durante el invierno se había derrumbado y se había partido en dos. Lukas hizo un techo de ramas de abeto. Después tapó las entradas, por lo que, desde fuera, era difícil ver que allí había una cabaña. Lukas se metía en la cabaña por una grieta y soltaba a Noche. Podían pasarse allí horas enteras. Lukas cerraba los ojos y se imaginaba que estaban en lo más profundo del mundo mágico. Hasta que Beatrice lo llamaba porque la comida estaba lista y él le volvía a poner la correa a Noche para salir de la cabaña.
—Tienes que llamar a Noche también —le decía a su madre—. Él también tiene hambre.
—Se me ha olvidado —respondía Beatrice—. La próxima vez me acordaré.
El Torbellino tenía sus propios amigos, así que en verano no tenía tiempo para chinchar a Lukas y a Noche. Normalmente dormía en una tienda de campaña con ellos y Lukas podía estar a solas con Noche en su camita, dentro de la caravana. A Axel y a Beatrice no les importaba que Noche diera saltos por su cama por las noches. Lukas se fue tranquilizando a medida que transcurría el verano. ¡Nadie le quitaría a su gato!
Lukas también tenía sus amigos. Vivían en otras caravanas que estaban puestas en fila a lo largo de la orilla del mar. Cuando estaba con sus amigos dejaba a Noche dentro de la caravana y Beatrice le prometía que no lo dejaría salir.
Lo único malo del verano era que pasaba muy deprisa. Lukas intentaba no pensar en que pronto sería septiembre. Como le tocaba empezar la escuela ese año, se sentía lleno de emoción e intranquilo a la vez por cómo sería. Lo mejor era no pensar en ello. Pero los días iban pasando y, de vez en cuando, Axel comentaba que ya empezaba a oscurecer más pronto.
A veces, Lukas se preguntaba por qué no había escuelas para gatos. ¿Por qué no deberían aprender cosas los gatos también? Intentó imaginarse una fila de gatos sentados en sus pupitres y levantando una patita para decirle cómo se llamaban a un profesor gato que los miraba desde su mesa.
Una noche, antes de dormirse, decidió que le montaría una escuela propia a Noche. Intentaría enseñarle las mismas cosas que él mismo aprendía cada día.
Después se quedó dormido y al cabo de unos días volvieron a la calle Rönnbär otra vez. Dejaron la caravana junto al mar, ya que irían allí los fines de semana.
CONTINUARÁ
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